AKUMAO KOROSU

VOLUMEN 1

El Errante Matademonios

 

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser ni total ni parcialmente reproducida, almacenada, registrada o transmitida en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico ni mediante fotocopias o sistemas de recuperación de la información, o cualquier otro medio presente o futuro, sin la autorización previa y por escrito del autor.

Cualquier tipo de piratería, alquiler, venta o distribución será perseguida y castigada por la ley y el código penal del país.

 

1

 

CÓMO CONSEGUÍ UNA MAID

_________________________________________________________


 La suave brisa acariciaba mi rostro mientras yo permanecía tumbado entre el follaje que había caído de los árboles.

No sé bien en qué lugar me encontraba, se me da bastante mal orientarme y seguir mapas, así que simplemente me dejaba guiar por los caminos y sendas de los bosques, ya que siempre llevaban a algún lugar interesante.

Allá donde iba, siempre me encontraba con algún Kyuketsuki, demonios chupasangre que se alimentan mayormente de humanos.

Mi objetivo es aniquilarlos a todos... Me pagarán el daño que me han hecho...

Resoplé.

Aunque para eso aún falta mucho...

Algo llamó mi atención, escuché pasos por un camino de tierra a unos cuatro o cinco metros de donde me encontraba. Yo me había ocultado entre el follaje y la maleza para poder descansar tranquilo. Quién sabe qué tipo de persona puede encontrarte durmiendo y pueden aprovechar para robarte.

Quiero aniquilar a los Kyuketsuki, pero los humanos tampoco me gustan ni un pelo. Son sucios, rastreros y solo piensan en su propio bien, por eso viajo solo.

Me incorporé para observar a aquellos dos sujetos, quienes, curiosamente, se detuvieron a unos pocos metros de donde estaba.

Uno de ellos era el típico niño rico con cara de impertinente que aparentaba haberlo tenido todo fácil desde que nació. Sus largos rizos dorados solo me dieron ganas de darle un par de golpes, se notaba que aún vivía bajo las faldas de su madre aún teniendo ya mínimo unos veinte años.

El otro individuo era su sirvienta, una doncella de cabello corto y blanco y ojos azules como el hielo, ella sería algo más pequeña, quizá tendría dieciséis o diecisiete años.

Su mirada fría y desinteresada de algún modo me transmitía paz.

Él se detuvo y sonrió con pericia.

 — Levántate la falda. — Ordenó aquel chico, observando con deseo a su criada.

— ... — Ella no respondió, solo se dedicó a apartar su mirada.

— Yorune, creo haberte dado una orden.

Ella suspiró.

— Soy su doncella y debo servirle, pero esto que me está pidiendo va totalmente en contra de mis principios.

— Te faltó llamarme amo.

— Amo...

Él sonrió.

— Voy a corregirte, Yorune, no eres mi doncella. Eres mi propiedad, mi criada. Ahora que mi madre ha muerto tú me perteneces y harás todo lo que te pida.

Ella apretó sus dientes.

— Me gusta lo fría que eres... No sabes cuánto me pones. Solo te lo diré una vez más, levántate la falda y apóyate en esa roca. Si no lo haces a las buenas me veré obligado a violarte.

Ella mantenía su mirada apartada y su boca casi sin expresión, pero sus ojos comenzaron a verse vidriosos. Estaba por echarse a llorar.

No me extraña...

Suspiré.

Supongo que le daré un susto a ese niñato ricachón... A lo mejor le arranco una mano, así quizá se acuerda de que está mal tratar así a las personas la próxima vez que se le ocurra.

Aquella doncella estaba por levantar su falda cuando aparecí de detrás de los árboles.

— Estás asustando a la pobre muchacha, déjalo ya.

Ambos se giraron, mirándome.

Pude sentir que ella resoplaba, pero no sentí que se aliviara demasiado, parecía más incómoda que antes.

— ¿¡Quién mierda eres tú!? — Escupió aquel joven, desenvainando su espada.

Nada destacable, salvo que la empuñadura estaba decorada con detalles de oro. Apuesto mi brazo derecho a que es más cara esa empuñadura que la hoja de la espada.

Lamentable.

— No deberías usar ese tipo de juguetes, te harás daño.

Él me miró con irritación mientras hacía un par de movimientos con ella, como si tratara de intimidarme por saber un par de trucos.

Llevé mi mano derecha a mi espalda y agarré mi lanza.

Al desenvainarla, la chica pareció sorprenderse. No era extraño, pues era una lanza algo extravagante, pero no creo que sea eso lo que la haya sorprendido.

Esa doncella ha descubierto que mi lanza es de Keikinzoku.

  La observé por unos instantes, había algo en ella que me estaba comenzando a llamar la atención, parece que oculta algo.

Me sumergí tanto en su mirada que ni me di cuenta de que aquel chico me insultaba desde su posición.

— ¡Te voy a matar! ¡¿Me oyes?! ¡Hazme caso!

— Eres demasiado ruidoso, basura.

Eso le molestó, pues comenzó a correr hacia mí sin pensárselo dos veces. Estaba cargando con todo lo que tenía, pero su posición era absurda, estaba lleno de aberturas.

De un solo barrido con mi lanza lo partiría por la mitad.

Haré eso, barreré limpiamente, le obligaré a cubrirse y el pobre idiota saldrá volando y se dará un buen golpe, capaz se levanta llorando y sale corriendo.

Sonreí a la vez que provoqué un potente barrido con mi lanza cuando él se encontraba a escasos dos metros de mí.

Pero aquel niñato...

No se defendía, corría hacia mí sin siquiera observar mi ataque. ¿Acaso es estúpido?

Había golpeado con precaución para no despedazarlo, pero si no se defiende definitivamente lo partiré por la mitad.

Traté de ceder un poco mi fuerza, pero cuando estaba a punto de impactar en su costado, algo se interpuso a gran velocidad entre mi lanza y aquel niño rico, deteniendo mi barrido y provocando que él saliera volando y cayera al suelo.

Era la doncella, aquella mujer había bloqueado mi ataque con dos grandes dagas. No había utilizado más de la mitad de mi fuerza, pues no quería matar a aquel idiota, pero aún así es digno de admirar su velocidad y fuerza para haberme detenido.

— ¡Váyase! ¡Vuelva al castillo! — Gritó la chica.

— ¡Yorune! ¡Mantenlo ahí! ¡Voy a cortarle la cabeza!

¿Hah? ¿La cabeza quiere cortarme ese descerebrado?

Pateé a la chica para quitármela del medio, fue un golpe seco en sus costillas, pero con una fuerza moderada, quería que se quedara quieta un rato, pero no quería herirla.

Ella salió despedida y chocó contra una roca gigante.

Casi al instante, me lanzó dos agujas gigantes a gran velocidad, eran del tamaño de un dedo y del grosor de un punzón. Conseguí repelerlas con mi lanza, de haberme alcanzado podrían haberme causado heridas importantes.

Más importante, podrían estar envenenadas.

— ¡Señor! ¡Vaya a buscar ayuda! ¡No podemos derrotarlo! — Volvió a reclamar la criada.

Aquel niñato refunfuño y salió corriendo por donde había venido.

Ha abandonado a su criada... Lamentable.

Aunque ese idiota es un bueno para nada, tampoco me extraña que terminara huyendo...

En fin...

Me giré nuevamente hacia la chica, ella estaba completamente inmóvil, apoyada en aquella roca, sin moverse ni un milímetro. También había dejado caer sus dagas al suelo.

— ¿Qué se supone que estás haciendo? ¿Ya te has rendido?

Ella negó con su cabeza.

— Se acabó, mátame...

— ¿Cómo? — Eso me extrañó... ¿Esa chica está realmente decidida a morir? ¿Así sin más? — ¿No vas a querer oponer un mínimo de resistencia?

— No tendría sentido hacerlo...

Clavé mi lanza en el suelo y me crucé de brazos.

Kyofu no es una arma para matar humanos, es para matar demonios. No tengo interés en acabar con tu vida.

— ¿Kyofu?... — Aquella muchacha sonrió por primera vez. — Que nombre tan gracioso para una lanza. He notado que tienes una arma hecha de Keikinzoku, no hay forma de que pueda derrotarte, tampoco tengo interés en hacerlo...

— ¿Y eso?

— Hasta hace unos días yo servía a la madre de Lucian, el chico al que acabas de enfrentar. Pero él siempre ha tenido interés en mí. Para bien o para mal, su madre me ha tomado siempre como lo que soy, una criada, una doncella. Solo tengo tres funciones; cocinar, limpiar y proteger. Ella no toleraba que su hijo se acercara a mí porque me consideraba inferior...

— Entiendo.

— Pero desde su muerte, he pasado a ser propiedad de Lucian, él ya ha intentado acorralarme varias veces, pero en el castillo se le hace imposible acercarse demasiado a mí. Si hoy no ha conseguido lo que quiere, tarde o temprano lo conseguirá...

Ella me miró fijamente y volvió a sonreírme, aunque era una sonrisa carente de alma.

— Por favor, mátame. Prefiero morir antes que convertirme en la esclava sexual de ese... Monstruo... El castillo donde vive está a escasos quince minutos de aquí, al menos andando. Tardará siete corriendo, en menos de doce minutos habrá llegado con varios guardias del castillo, montados todos a caballo. Si me matas y te vas, no te encontrarán.

— ¿Por qué lo has protegido entonces? ¿No hubiera sido mejor que él muriera?

— Si él muere, me buscarían. Moverían cielo y tierra para encontrarme y torturarme antes de matarme. Si él se iba, podía tener la oportunidad de hablar contigo...

— ¿Querías hablar conmigo?

— Has evitado que me violara, esta es mi forma de agradecértelo. Hacer que no te sientas culpable por matarme, pues es mi voluntad.

Agarré mi lanza, lo que hizo que ella me observara con curiosidad.

Suspiré y volví a guardarla en mi espalda.

— ¿Qué haces?

— Te ofrezco otra alternativa. — Le dije, extendiéndole mi mano. — Acompáñame en mi camino. No sé por qué sirves exactamente a esta familia, pero hagamos ver que te he matado y me he deshecho de tu cuerpo o que te he raptado, a mí me da igual.

— No sé si es una buena idea...

— O aceptas o te quedas aquí hasta que tu amo vuelva y te encuentre. Tu verás qué prefieres.

Ella negó con su cabeza.

— Sirvo a la familia Raito, es una familia bastante importante, las tendremos en contra durante toda la vida... ¿Estás dispuesto a ello?

— Me la trae al pairo, no me preocupa.

Ella sonrió.

— No sé cómo puedes ser tan descarado... Pero acepto tu propuesta. — Ella se inclinó frente a mí, haciendo una extraña reverencia. — Mi nombre es Yorune Akaimei, a partir de hoy soy su propiedad, le protegeré con mi vida y le serviré en aquello que me pida.

¿Akaimei?

He escuchado ese apellido antes...

Asentí y comencé a caminar a paso ligero hacia la espesura del bosque.

— Bien, pues vámonos ya, deben de quedar pocos minutos hasta que lleguen.

— Sí, amo.

¿Amo?

No sé si me acostumbraré a esto, aunque bueno, luego hablaré con ella...

 

Llevar a un compañero conmigo no es algo que me hubiera planteado, no hasta ahora. Yo siempre actúo en solitario, se me hace más sencillo... Pero es cierto que, de alguna manera, se hace algo aburrido.

No quiero llevar a nadie que me retrase, pero ella se mueve con agilidad y destreza por el abrupto terreno del bosque, pude sentir su poder cuando bloqueó mi ataque.

¿Akaimei? ... ¿De qué me sonaba aquel apellido?

De momento no le daré más vueltas. Habrán venido un par o tres de guardias a caballo, no traerán perros capaces de olfatear a la doncella. Aquel chico tampoco se dio cuenta de que mi arma es una arma sagrada.

Yorune se había dado cuenta, pero no dijo nada para evitar que movilizaran a más guerreros para perseguirme. En cierto modo, ella ya se estaba preocupando por mí antes de convertirse en mi sirvienta...

Me da lástima... Pero bueno, creo que, al menos, a partir de ahora ella será más feliz.

 

Habían pasado casi dos horas desde que iniciamos la marcha.

Yorune se detuvo un momento y me giré para verla.

— ¿Ocurre algo?

— Nada, amo, pero mis zapatos se han roto, me los quitaré y continuaré descalza.

Ella se quitó unos pequeños mocasines negros con un poco de tacón, quedando descalza.

— No sé si es buena idea andar descalza por aquí. Capaz te clavas astillas o te haces alguna herida.

— No tiene que preocuparse por mí, tengo entendido que hace cientos de años, los humanos vestían sin zapatos. No me pasará nada...

Resoplé.

La actitud de esta chica es algo preocupante.

Me agaché y descargué mi mochila de viaje. De ella extraje dos trozos de cuero que llevaba conmigo, los había extraído de un jabalí que cacé para comer hace pocos días. Suponía que podría venderlo en la próxima ciudad que me encontrase.

Vivía de esa manera: Visitaba aldeas y ciudades, en ellas ayudaba a la gente a matar a algún Kyuketsuki que los estuviera acosando. Por ello me pagaban, me daban alojamiento y comida sin problema alguno durante el tiempo que estuviera allí. También vendía objetos de valor que conseguía en mis incursiones. Era algo así como un mercenario, pero solo de esos asquerosos chupasangre, no interfería en problemas humanos.

— ¿Amo?

— Siéntate aquí, bajo el árbol. Voy a buscar unas lianas y te haré un calzado improvisado. No será demasiado bonito, pero te protegerá los pies hasta que lleguemos a una ciudad. Allí te compraré algo que te guste y sea más adecuado para viajar.

— Como quiera... Pero de verdad, no es necesario que se preocupe por mí, amo.

— Deja de llamarme amo. Me hace sentir raro, no quiero que si alguien nos escucha se piense que te tengo para aprovecharme de ti o algo parecido.

Ella se sentó donde le había indicado y permaneció allí, mirándome.

— ¿Y cómo quiere que le llame?

— Me llamo Renkuro.

— Renkuro-goshujinsama.

— Eso es todavía peor...

— Renkuro-sama.

— Llámame Renku, o Ren y ya está.

— Entonces Ren-sama.

Suspiré, aunque por un lado me hacía gracia. La pobre chica había recibido una estricta formación, al menos esa sensación es la que me daba.

Di un salto y trepé a un árbol cercano a donde ella se había sentado, a un par de metros del suelo conseguí un buen puñado de lianas lo suficiente resistentes como para poder confeccionarle un calzado a aquella muchacha, al menos para que no termine con los pies llenos de heridas.

Bajé, aterrizando a su lado con agilidad y me senté con ella.

— Dame una aguja de esas que me tiraste antes y acércame tu pie derecho, empezaré con él.

Ella miró hacia otro lado.

— Puedo hacerlo yo, no tiene que molestarse.

— No es molestia, dame una aguja.

— ¿Es una orden?

Suspiré nuevamente. Esta chica me estaba resultando demasiado difícil de tratar.

— Sí, es una orden.

Ella no dijo una sola palabra. Extrajo una de esas agujas de un pequeño cinturón que llevaba fijado en su muslo derecho y me la entregó, después estiró su pierna derecha y me ofreció su pie. Todo esto sin entablar contacto visual conmigo.

— No tengas vergüenza, que no te voy a hacer nada.

— Ya lo sé, amo... Ren-sama. Pero los pies son desagradables, no quiero que hagas algo desagradable por mí.

No pude evitar comenzar a reír.

— ¿Desagradable por qué?

Ella me miró sorprendida, finalmente sonrió y negó con su cabeza.

— Por nada, Ren-sama.

Agujereé el cuero con su aguja y comencé a pasar las pequeñas lianas, enrollándolas en sus pies para que quedaran sujetas. Los trozos sobrantes los perfilé con un cuchillo que llevaba conmigo.

Ella no dijo nada en todo el rato, pero me miraba con curiosidad.

No estaba acostumbrado a hacer este tipo de trabajos, pero no me demoré más de veinte minutos en terminarle ambos zapatos.

— Te agradezco lo que has hecho, Ren-sama. Llevo rato pensando en ello, pero creo que eres una buena persona.

¿Lleva rato pensando? ¿Cómo que lleva rato pensando? Menuda deducción más elaborada por hacerle unos simples zapatos.

— No tiene importancia, además, si andas descalza me retrasarás...

En ese momento, extraje de mi mochila una cantimplora con agua y dos manzanas, ofreciéndole la cantimplora y una de las piezas de fruta.

— Toma, comeremos algo antes de continuar.

Ella asintió y bebió mientras yo cortaba mi manzana con el cuchillo. No sabía qué hora era, en aquel bosque tampoco es que se viera demasiado el sol, pero tenía algo de hambre. No me quedan muchas provisiones, pero tampoco hay problema con ello, siempre puedo cazar algún animal.

— ¿A dónde nos dirigimos? — Preguntó ella.

— La verdad es que no lo sé.

Ella inclinó un poco su cabeza.

— ¿No lo sabe?

— No... Voy de ciudad en ciudad y de aldea en aldea eliminando Kyuketsuki, no me conozco bien ningún lugar. Llevo poco tiempo viajando.

— Este bosque se extiende varios kilómetros más hacia el este. Al abandonarlo, nos estaremos introduciendo en territorio Sasori.

¿Sasori? Eso significa que estamos prácticamente en la frontera... Entonces todo este es territorio nuevo para mí, debe haber un montón de esos Kyuketsuki por derrotar.

— ¿Conoces la ubicación de alguna aldea o ciudad cercana a donde estamos ahora mismo?

— Claro, Ren-sama. Si avanzamos durante un par de horas más por este bosque anochecerá, así que debemos

acampar. Tras ese trayecto, mañana nos esperarían unas cuatro o cinco horas a pie hasta llegar a un poblado llamado Yuyuri.

— Impresionante... Eres realmente útil, ¿Acaso te conoces toda esta región de memoria?

— Fui adiestrada en muchas artes, Ren-sama. Tengo todo el mapa memorizado, quizá cometo algún error de cálculo en algunas zonas más remotas, pero a nivel global, conozco todas las ciudades y caminos de las seis regiones.

Eso me dejó bastante impresionado.

Esta chica era casi como un mapa en tiempo real que marcase exactamente donde me encuentro...

— Me parece increíble que sepas todo eso, en Yuyuri compraré un mapa para que puedas guiarte mejor en los viajes.

— No merezco su halago, no obstante. ¿No lleva consigo un mapa?

Negué con la cabeza.

— Soy bastante horrible con ellos, no los acabo de entender, así que voy hacia donde el destino me guíe.

Ella se tapó la boca y comenzó a reír.

— Eres alguien interesante, Ren-sama.

¿Interesante?

Bueno, supongo que debe de ser algo bueno...

 

Terminamos el pequeño tentempié y proseguimos el camino, Yorune se veía algo más ágil con este calzado improvisado que con sus antiguos zapatos, en parte me satisface que así fuera.

Anduvimos durante otra hora antes de que ella volviera a detenerse.

— Huele de Kyuketsuki. — Susurró.

Me detuve en seco y la observé por unos segundos.

¿Huele? ¿Acaso ellos huelen a algo?

— ¿A qué te refieres con que huele?

— Tengo bastante buen olfato, Ren-sama. Esas criaturas comen humanos, la carne humana huele bastante mal, sobretodo en descomposición y en la digestión. Digamos que es una mezcla de olores entre sangre, carne humana y Kyuketsuki. Sea como fuere, anda muy cerca.

— Entendido. — Asentí, desenvainando mi lanza. — Yo me encargaré.

Ella miró hacia los árboles y señaló uno de ellos.

— Estoy segura de que hay algo ahí arriba.

— Bien. — Asentí, a la vez que saltaba hacia el árbol.

Atacar de frente es mi estilo, ningún chupasangre es capaz de plantarme cara en combate cuerpo a cuerpo, así que acabaremos rápido.

Algo saltó desde el follaje del árbol, lanzándose directamente hacia mí.

Pude ver a una criatura humanoide con gigantescas cuchillas en forma de media luna que nacían de la carne de sus manos.

Aquella cosa cruzó sus cuchillas por delante suyo, quería partirme por la mitad.

No sé si es cosa mía, pero este demonio está acostumbrado a pelear.

¡Ora, ora! ¡Esto me emociona!

Maniobré con mi lanza, haciéndola girar en mi mano.

— "Kata del Viento, Primer Sello: Ojo del Huracán". — El ataque de aquel demonio fue repelido por mi lanza con facilidad.

Ambos aterrizamos en el suelo, mi cuerpo comenzó a ser rodeado por brisas de viento ascendentes.

El primer sello de la "Kata del Viento" desbloquea la gran mayoría de mis habilidades. Cuando la activo, las corrientes de viento que me rodean me permiten realizar técnicas más poderosas.

— Renkuro... — Murmuró Yorune. — ¿Quién eres realmente...?

Aquel demonio movió violentamente sus cuchillas, preparándose para un nuevo ataque.

— Interesante... — Balbuceó él. — Tienes un aura diferente a todos los que he matado hasta el momento. ¿Cómo te llamas, jovencito?

¿Jovencito?
¿Este Kyuketsuki habla?

— Mi nombre es Renkuro. ¿Llevas mucho tiempo convertido en Kyuketsuki?

Él asintió.

— No soy capaz de recordar cuántos años, pero llevo ya bastantes. ¿Por qué lo preguntas?

— Has escuchado hablar de algún Kyuketsuki llamado Kyor?

— ¿Kyor?... No me suena... — En ese preciso instante, él sonrió de oreja a oreja. — No me digas que lo estás buscando por venganza... Hehehe... ¡Qué divertido...! Lamentablemente nunca lo encontrarás, te voy a matar ahora mismo.

Él se abalanzó rápidamente hacia mí, cargando nuevamente con sus cuchillas.

Suspiré con pesar.

No es fácil encontrar a un Kyuketsuki que hable, la gran mayoría no conservan dicha capacidad. Pensé que quizá este tendría algo de información, pero ya veo que no...

 

— "Kata del Viento, Tercer Sello: Kazeguruma". — Cuando aquel tipo estaba cerca mío, lancé una cuchillada ascendente con mi lanza. De ella se generó una rueda de viento cortante que partió a aquel demonio por la mitad, destrozándole por completo.

Cuando su cuerpo se desparramó por el suelo, apuñalé su cuello con la lanza y separé su cabeza de su cuerpo. En ese momento, él empezó a convertirse en ceniza.

Guardé mi lanza sin perder más tiempo y proseguí el camino.

— Continuemos, Yorune.

Ella estaba totalmente impresionada, al menos eso es lo que me pareció. Asintió si mediar palabra y se apresuró en seguirme.

 

Comenzó a anochecer cerca de una hora después.

— Sería buena idea parar por hoy, Ren-sama. Prepararé un fuego.

— Está bien. ¿Podrás sola?

— Claro que sí, yo me ocupo.

— Iré a cazar algún ave entonces.

— Puedo ocuparme fácilmente de eso también. — Indicó, sacando sus agujas y lanzándolas con extremada velocidad.

En un árbol cercano había un par de pájaros, posados en unas ramas. Estos fueron atravesados al instante, cayendo al suelo.

— Eres demasiado genial.

— No merezco sus halagos, solo espero serle de utilidad, Ren-sama.

— Deja de decir eso, si haces algo así lo mínimo que puedo hacer es agradecerte.

Ella bajó su mirada y sonrió nuevamente.

— Me alegro de haberle hecho caso y haber huido de mi anterior amo. Siento que eres alguien merecedor de mis servicios.

Me acerqué a la chica y posé mi mano derecha en su hombro, apretándoselo a modo de darle apoyo.

— Puedes servirme si es el modo de vida que quieres llevar, aunque solo te pediría que me eches una mano de vez en cuando. A cambio, cualquier cosa que quieras decirme o preguntarme, siéntete libre de hacerlo. Igual si me quieres pedir cualquier cosa, creo que has recibido una instrucción muy cohibitiva, no tengas miedo de mi reacción. ¿Entiendes lo que te digo?

— Lo entiendo, Ren-sama... — Asintió ella. — Hay muchas cosas que quiero preguntarle.

— Prepararé estas aves mientras tú haces el fuego, mientras comamos responderé cualquier duda que tengas.

 

 

♦♦♦♦♦

 

 

Cinco individuos estaban sentados en una gran mesa redonda, en la que había una sexta silla libre. Cada mueble de aquel lugar rebosaba riqueza y exquisitez, demasiada incluso para gente rica y noble.

Estos habían sido citados para un supuesto concilio, pues ellos eran los representantes de las cinco grandes casas vasallas del emperador.

Las puertas del gran salón fueron abiertas, dando paso a tres nuevos individuos, uno de ellos era el emperador, un hombre de unos treinta años. Llevaba el cabello largo de color negro y una barba vikinga pero arreglada y perfilada.

Este iba acompañado de sus dos mejores guerreros, sus guardaespaldas personales, quienes permanecieron encapuchados durante la entrada.

El emperador se sentó, presidiendo aquella mesa y siendo rodeado por sus dos guardaespaldas.

— Lamento la demora. — Se disculpó él. — Asuntos importantes me han retenido más de lo debido, gracias por esperar.

— Te demoraste demasiado, Teno-san. — Se quejó Ingaku, el líder de la casa Inoshishi. Un tipo robusto y musculoso que vestía con pieles de jabalí.

— Ya hace rato que anocheció~. ¿No es de mal gusto habernos tenido esperando más de diez horas? — Participó en la queja Koyori, la líder de la casa Kumorui.

Ella era la más joven de todos los allí presentes, una preciosa chica de cabello negro y morado, vestida de samurái.

— Un respeto, jovencita. — Intervino Ophidea, la líder de la casa Kirahebi.

Ella era una mujer de largo cabello rosado y grandes atributos. Aparentaba tener veintipocos años, pero nadie sabía su edad con exactitud. Llevaba un traje abierto y provocativo y estaba fumando de una pipa Kiseru.

— Bueno, Teno-sama. — Prosiguió ella. — ¿Cuál es el motivo de este concilio?

El emperador sonrió, mientras observaba a los cinco líderes que le tenían jurada lealtad.

— Ha llegado a mis oídos la existencia de un nuevo asesino de Kyuketsuki, un errante. No pertenece a ninguna de vuestras casas ni sabemos de dónde ha salido, pero vaga libremente por el territorio Inuka.

— ¿Un errante? — Intervino Ophidea. — ¿Porta una arma hecha de Keikinzoku? ¿Cómo es eso posible?

— La habrá robado a algún cazador inútil de Inuka. — Atacó Ingaku.

— ¡Cierra el hocico! ¡Ningún cazador de nuestra casa ha sido abatido por un errante! — Vociferó Fang. Un tipo de aspecto agresivo, grandes colmillos y cabello negro desaliñado.

 Alkora, la líder de la casa Sasori, considerada la más poderosa allí, dio un potente golpe en la mesa, provocando que todos se callaran.

Ella era una mujer musculosa y de cabello rojizo, vestía poca ropa y tenía una figura bastante voluptuosa e imponente. También imponía el hecho de que llevara un parche rojo que cubría su ojo izquierdo, el cual había perdido en el pasado enfrentando a un Kyuketsuki de alto rango.

— No hemos venido aquí a discutir como si fuéramos niñatos. Nuestro señor está tratando de hablar, así que callad y escuchad. — Indicó, dando paso nuevamente al emperador.

— Gracias, Alkora. Como iba diciendo, este errante debe ser juzgado. Las armas Keikinzoku son armas sagradas, bendecidas por nuestros sacerdotes. Cualquier portador de una arma sagrada debe haberme jurado lealtad y pertenecer a una de las cinco casas. Este tipo parece ser extremadamente fuerte, pues ha asesinado a Kyuketsuki de rango A por sí solo.

Los cinco líderes parecieron sorprenderse.

— ¿Rango A? A penas unos pocos de mis mejores guerreros podrían plantar cara a Kyuketsuki de esa categoría... — Murmuró Ingaku.

— Así es. Rara vez aparece un errante, el último fue hace más de veinte años. Pero este es especialmente fuerte. Tenéis que dar con él, traédmelo con vida.

— ¿Qué hacemos si se resiste, Teno-sama? — Preguntó Ophidea.

— Si se os hace imposible retenerlo... — Él suspiró. —Acabad con su vida.

— ¡Ara~! — Exclamó Koyori, levantándose de la mesa. — ¿Estás tratando de decirnos que asesinemos a alguien que protege a los ciudadanos de tus tierras y que asesina a Kyuketsuki?

— Si no jura lealtad a la corona, no es más que un vil mercenario. Un asesino a sueldo, igual que mata Kyuketsuki podría matar humanos. — Intervino Fang.

— Parece que a los perros no se os da bien pensar~. — Provocó ella.

— ¿¡Qué acabas de decir!?

— ¡Ya está bien! — Vociferó Alkora, nuevamente, golpeando la mesa. — Koyori, si vuelves a hacer un comentario del estilo, te acusaremos de traición. ¿Sabes lo que eso significa?

Ella asintió, con una sonrisa.

— Lo sé~. Y creo que ya va siendo hora de hacer algo al respecto.

— ¿Al respecto?

Koyori se levantó de su asiento, con una dulce sonrisa en su rostro y se dirigió directamente al emperador.

— Teno-san~. A partir de hoy la casa Kumorui actuará por su propia cuenta~.

Él se levantó de la mesa, dando un porrazo a esta con su puño aún más fuerte que Alkora.

— ¿Qué estás diciendo, chiquilla?

— Las cinco casas fundadoras os juraron lealtad cuando fueron formadas, hace cerca de trescientos años. Bueno, juraron lealtad a uno de sus tatarabuelos. Nosotros hemos seguido la tradición, está bien que tengamos paz y nuestros territorios. Pero ya estoy cansada de acatar órdenes. Matar a un Akumao Korosu simplemente por no haberle jurado lealtad me parece un despropósito, no participaré en esto.

— Él no es un Akumao. — Intervino Fang. — Un Akumao Korosu es un cazador que ha jurado lealtad a la corona y al emperador. Alguien que va por ahí con un arma matando demonios no es más que un mercenario, un blasfemo que usa un arma santa sin siquiera ponerla a disposición de nuestro señor. No oses llamar a ese asesino "Akumao Korosu"

Ella chasqueó la lengua, desconforme con las palabras de Fang. Tras eso, agarró una insignia dorada que llevaba en su ropa, la cual llevaban también todos los allí presentes, se la quitó y la dejó en la mesa.

— A partir de ahora, seguiré mis propios instintos~. Ha sido un placer trabajar con vosotros, sigamos siendo amigos~.

Todos se mantuvieron en completo silencio, observando el comportamiento infantil de aquella chica, hasta que, finalmente, el emperador la señaló con su dedo índice.

— Matadla.

Todos se levantaron apresuradamente, pero Koyori se había acercado disimuladamente a la ventana, la cual rompió en un instante y saltó desde allí.

Se encontraban en un tercer piso, a unos diez metros de altura. Todos estaban altamente entrenados, pero una caída desde ahí podía llegar a complicarse.

Koyori, en cambio, era extremadamente ágil. Ella dio un par de piruetas entre las paredes del castillo y aterrizó con agilidad e inició el escape.

 

— ¡Voy tras ella! — Gritó Fang, saltando por la ventana para perseguirla.

— Que nadie más la siga. — Ordenó Teno. — De entre todos los líderes, ella es la más rápida y ágil, no hay forma de alcanzarla, ni siquiera con un caballo.

— Fang también es rápido. — Dijo Alkora. — Si algo tiene de bueno ese estúpido, es su velocidad y resistencia.

— Lo sé, pero no creo que pueda detener a Koyori. Dejémosla de momento, al fin y al cabo es una de las casas más débiles y con menos profesionales. Ella es una malcriada y una niñata. Exigiremos a su familia que ponga a otro líder, si no nos responden de forma favorable, tomaremos su territorio.

Todos asintieron.

— ¿Debemos centrarnos entonces en el errante, Teno-san? — Preguntó Ophidea.

— Así es. Que Koyori haya decidido traicionarnos hoy puede que tenga algo que ver con el errante, deshaceos de él. Matadlo si es necesario.

Todos asintieron nuevamente, diciendo "Sí, señor" al unísono.

 

 

FIN DEL CAPÍTULO 1

¿Quieres seguir leyendo?

Si te gustaría seguir conociendo sobre el universo de Akumao Korosu, obtén ya tu copia a COLOR en Amazon. ¡Llega a todos los países!

COMPRAR EN AMAZON

Conoce a Renga, un chico que ha sido invocado en un nuevo mundo para ayudar a los humanos en su guerra contra los Bestas
(semihumanos). Allí él conoce a Kaeri, una Besta a la cual decide ayudar. Traicionando así la expectativa de los humanos y convirtiéndose en un Héroe Oscuro que luchará al lado de Kaeri, Satsune y Ryune contra las terribles fuerzas de la humanidad.

Kusari No Yuusha 1
¡Cómpralo ya!
Kusari No Yuusha 2
¡Cómpralo ya!
Kusari No Yuusha 3
¡Cómpralo ya!
Kusari No Yuusha 4
¡Cómpralo ya!

Reguro es el mejor jugador de Baloncesto de Noruega, situándose como uno de los mejores de Europa (sino el mejor) con tan solo diecinueve años de edad.
Él decide viajar a Japón para conquistar los campeonatos universitarios japoneses, pero no esperaba conocer allí a una chica, llamada Sarune. Quien también tiene un sueño... ¡Una novela que junta Romance, Spokon y una Idol Virtual (VTuber), que te dejará sin palabras!

Kakusareta Hoshi 1
¡Cómpralo ya!